3 de enero de 2008

Algunos Eligen Amar desde la Oscuridad...


La vida de un perro es dura, pero cuando tienes tres cabezas se te puede complicar bastante más. Sobre todo cuando te persiguen nueve bolas de billar negras y al encontrarte en una calle sin salida, cada una de las cabezas quiere ir en una dirección distinta. Porque cada par de patas tira hacia un lado, las cabezas se ponen a discutir a ladridos y se arma un follón de tres pares de narices. Los vecinos del barrio se despiertan cabreados, porque a las tres de la mañana a nadie le hace gracia que interrumpan su sueño, y cuando ven la que hay montada en el callejón, abren sus ventanas y empiezan a gritar también. Las bolas de billar, que por suerte no tienen el don de la palabra, se miran unas a otras con estupefacción y se van por donde han venido. Pero las tres cabezas siguen discutiendo porque, aunque ya no estén en peligro, siguen sin ponerse de acuerdo con respecto a qué hacer a continuación: una quiere volver al bar a ver si se liga a la chica bizca que acompañaba al tipo de la gorra, la otra pretende ir tras las bolas de billar para buscar la manera de vengarse, la última está muerta de sueño e insiste en irse derechita a la cama.
Evidentemente los vecinos no están dispuestos a dejar que la discusión se prolongue eternamente, así que envían al gordo del segundo a la calle para que les eche de allí a cualquier precio. Un billete de veinte euros es suficiente para que todas las patas caminen en la misma dirección, llevándose a las cabezas consigo. Ya no pueden ir tras las bolas de billar porque han desaparecido sin dejar rastro, la opción "irse a la cama" es rechazada por dos votos a uno, así que las patas les llevan de vuelta al bareto en el que habían visto a la joven en cuestión.
- No veo muy claro que nos la podamos ligar - comenta Fredy a sus compañeras. - Sigo pensando que lo mejor es irnos a la cama.
- ¡No seas aguafiestas! - le dicen las otras dos. - Igual a estas alturas de la noche fijo que ya está tan borracha que no sabe si está viendo una o tres cabezas...
- ¿Y no pensais que lo que le puede echar para atrás es que seamos de otra especie? - insiste Fredy.
- Sabes bien que los humanos pueden ser muy perros en ocasiones. Sinceramente, no creo que note la diferencia, - le replican.
La chica sigue sentada en la barra donde la habían dejado, mirando sin mirar un programa de lucha libre que ponen en la tele. Sus dedos juguetean con una copa vacía. Las tres cabezas se miran esbozando una sonrisa. Con un gruñido le indican al tipo de la barra algo así como que más de lo mismo para ella mientras agitan el billete azul. Poco después el camarero deja delante de la chica una segunda copa con un líquido blanquecino bastante poco apetitoso, al tiempo que con un gesto le indica a quién le debe la generosa invitación. Las tres cabezas le dedican tres sonrisas radiantes, pero éstas se desdibujan en cuanto ven que ella se les acerca para agradecer el detalle.
- Bueno, Roberto, supongo que tendrás pensado qué decirle - dice Fredy. - Pero, ¿qué le vas a decir? ¡Si no sabes hablar!! Porque eso de que chapurrees el húngaro, yo nunca me lo he creído.
- ¡Yo tampoco! - dice Tobías. - Además a ésta yo no le veo cara de húngara.
La joven se acerca tambaleándose y cuando llega a su altura se para en seco, les mira de arriba a abajo y les dice:
- Disculpen mi pregunta... Me acabo de comer un par de tornillos con sabor a naranja que no me han sentado muy bien... ¿Sois tres perros en un cuerpo o un perro con tres cabezas?
Y dicho esto, la chica se desploma armando tal escándalo, que todos los pares de patas, sin preguntar a las cabezas, les sacan de allí a toda velocidad.

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